Cuando me enteré de la dolorosa noticia de tu fallecimiento supe inmediatamente que debía expresar estos sentimientos, aún cuando para estas instancias las palabras se hacen precarias. Pero en tu vida no ocurrió esto con el verbo pues te ví crecer como persona, entregar a tu familia, compartir con amigos y vecinos, amar y tantos verbos más. Yo sé que esto podría paracerte un tardío halago… si te lo hubiera dicho tu me mirarías y no dirías nada y una sonrisa única se dibujaría en tu rostro y me invitarías a comer duraznos con crema (como olvidar que te gustaba tanto al igual que tortas y pasteles). Todos más de una vez pensabamos que eras de fierro al igual que tus máquinas del taller, pero me convencí de ello cuando te veía cuidar de tu esposa, hijas, hijo, hermanos. Sin embargo, hoy despierto de la fantasía de creer que eras indestructible y : -reconozco al hombre que me entregó la alegría de haber estado en su vida. -reconozco al hombre que amaba a su familia. -reconozco al hombre que a escondidas se contaba secretos con sus perros. -reconozco al hombre combatiente ante las enfermedades que le iban aquejando. -reconozco al hombre que reconoció en Cristo al Hijo de Dios. Es verdad que hoy te despedimos para este viaje, al qie iras sin trajes fastuosos ni grandes equipajes. Nosotros recordaremos siempre esa mirada tan tuya, esa mirada tan nuestra. Te agradecemos todo el tiempo que nos acompañaste y pídele al Señor que tenga misericordia de nosotros y nos dé la fuerza para sobrellevar esta vida moderna y fría. Y ojalá que en el moento de este Adiós nos recuerdes como te recuerdo yo.-